Rafael Nadal, humildad cósmica de un mito viviente

Nadal

La época que vivimos en el tenis está llena de leyendas que reescriben la historia del deporte para maravillar con sus increíbles hazañas, jugadores que impactarán cada día más con sus logros, con el paso del tiempo, ése que glorificará los momentos de los que hemos sido testigos.

Desde su aparición en el 2005 Rafael Nadal ha tenido una carrera llena de históricos triunfos, erigiéndose como uno de los mejores exponentes de la disciplina, pero no ha sido un camino de rosas, muchas espinas han explotado la burbuja del triunfo para llevar al zurdo de 32 años a bajar al infierno después de alcanzar el Olimpo, pero esta “fiera” ha sabido renacer de las cenizas en incontables ocasiones para rugir de nuevo.

Rafa, con ese cariño que ya le tomamos para tutearlo, no tuvo su mejor temporada el año pasado, y no porque no luchase, otra vez las lesiones aparecieron para frenar al manacorí desde comienzo a fin de campaña. Primero fue una lesión en el psoas ilíaco de la pierna derecha, dolencia que lo obligó a retirarse del Abierto de Australia en su duelo contra Marin Cilic y que no lo dejó jugar en Acapulco ni en el cemento de los Estados Unidos.

Llegó el reino del español, una arcilla que lo vio volver con más fuerza que nunca para dominar el polvo de ladrillo como en los viejos tiempos, como siempre, una gira balsámica para Nadal que sumó su undécima corona en París. Más allá de la épica batalla en Wimbledon con Novak Djokovic, el español no pudo cerrar la campaña como hubiera querido en la Copa de Maestros en Londres. Primero fue una molestia en la zona abdominal la que lo obligo a bajarse del Masters 1000 de París y luego, una operación en el tobillo derecho.

No bajó los brazos, necio, terco como de costumbre, Nadal se empecinó no solo en volver, se metió en su mente que tenía que renovarse, reinventarse en la base de su éxito para competir, para volver a ganar, un camino que él mismo ha recorrido ya en muchas ocasiones, tal como lo han hecho Roger Federer y el tenista serbio, quienes atravesaron duros momentos antes de volver a triunfar.

Cuatro meses de parón lo llevaron al primer Grand Slam del año, torneo que arribó sin un partido oficial en sus piernas, pero con una mentalidad fresca y un juego que contaba con un mejorado saque y una estrategia que le permitiría imprimir un tenis más agresivo sobre las canchas australianas.

La meta era probar esta nueva versión, la 2019 que llega gracias al trabajo de Carlos Moyá y Francis Roig, y que sigue demostrando que la “vieja guardia” del tenis no soltará el mando pronto y que ganarán hasta que ellos quieran. Por el filo de la raqueta de Rafa pasaron varias promesas, como el griego Stefanos Tsitsipas, quien eliminó al suizo (Federer), pero que poco y nada pudo hacer ante el actual número dos del mundo, intratable en semifinales.

Más allá de la apabullante victoria de Novak Djokovic en la definición, de una gesta histórica sin precedentes con su 15° título de Grand Slam, existe una lectura más que positiva para el mundo del deporte, sí, no sólo para el tenis. Este inagotable deseo de competir sigue manteniendo vivo a un Nadal que no lució bien este domingo, pero que sabe que lo mejor está por venir. Ya lo ha demostrado.

Lejos de Djokovic, pero por encima de la mayoría, el zurdo de 32 años fue muy claro en la derrota, humilde, reconociendo al rival en una gigantesca demostración de gallardía. “Soy crítico conmigo mismo, suficientemente cuando lo tengo que ser, pero hoy no es el día para ser crítico conmigo mismo. La realidad es que no me puedo ir más triste de la cuenta en ningún caso. Vengo de dónde vengo, al final es una realidad. Lo demás son ilusiones, son expectativas que se van creando y soy el primero que tengo mis exigencias personales y creo que no se puede dudar de ello”, fue el análisis del campeón de 17 Majors luego del capítulo 53 de esta legendaria rivalidad.

Sin excusas, Nadal regaló un discurso que debería ser de lectura obligatoria en academias de tenis, escuelas, con niños y jugadores en formación, palabras que agigantan a este profesional luego de una derrota durísima. “No todo se resume a ganar. He hecho muchas cosas bien. Vengo de situaciones difíciles, pasando por momentos complicados que no han sido fáciles de aceptar y aun así he conseguido llegar aquí jugando a un nivel muy alto, de hecho, no había perdido ningún set hasta la final”, declaró Nadal. “Me encontré a un rival que fue superior a mí y eso es totalmente reconocible, uno no tiene que esconder la realidad. Hoy Djokovic era mejor jugador de lo que yo podía ser esta noche. Así se resume”, ha sido la verdad detallada con gallardía pura.

Tras la exhibición de su adversario, Nadal dio un impulso inconmensurable al deporte con su discurso, sin excusas, humanizado, cargado de sencillez en la derrota más dura de su carrera. Aplaudió al rival porque ha sido mejor, mostró con orgullo su trofeo y recogió sus cosas, sabiendo que hay que levantarse para volver a intentarlo, seguro que el trabajo arduo le dará nuevas oportunidades para volver a ganar.

Humildad cósmica de un mito viviente.
..Leonardo Gil / @ElLeoGil
..Foto: Getty Images